La ilusión del cambio de sexo revela cómo se sienten los participantes después de vivir en el cuerpo de un extraño.
En septiembre del año pasado, un equipo de científicos del Instituto Karolinska de Suecia publicó los resultados de un experimento que confirma que el género es intrínsecamente fluido.
Utilizando una forma de realidad virtual, Pawel Tacikowski, Jens Fust y H. Henrik Ehrsso descubrieron que sustituir visualmente los cuerpos de sus sujetos de prueba por los de otro género les hacía sentir como si su propia forma física hubiera cambiado.
Eso, a su vez, les hacía sentir mayor empatía por lo que podría ser la vida de otra persona: Un humano cuyo cuerpo no era el suyo.
Intercambio de cuerpos
El experimento consistió primero en colocar a 140 voluntarios una pantalla montada en la cabeza creada especialmente para ello. Cuando los participantes miraban hacia abajo a lo largo de su cuerpo, los investigadores sustituían su visión por un vídeo tomado de otro voluntario, pero del sexo opuesto, en la misma posición.
A continuación, Pawel Tacikowski y su equipo mejoraron la ilusión conectando lo que los voluntarios veían con lo que sentían, sincronizando las imágenes del cuerpo del otro voluntario que se tocaba mientras ellos hacían lo mismo con el cuerpo del voluntario original.
Para probar los límites de esta ilusión visual y física, los investigadores también documentaron cómo se sentían los sujetos de prueba cuando había un retraso entre la visión y la sensación cuando se utilizaba un objeto amenazante, como un cuchillo.
En todos estos casos, los resultados fueron los mismos: Cuando la vista y el tacto eran lo más simultáneos posible, los voluntarios sentían que se habían convertido en una persona de un género diferente.
Intercambio de mentes
Otra técnica que utilizó el equipo fue sustituir esta parte física del experimento por una prueba de asociación implícita (IAT).
Por si te quedaste dormido en Psicología 101, la prueba registra la reacción de una persona ante un tema para revelar sus opiniones conscientes o subconscientes. Así, si le preguntas a alguien por lo masculino o lo femenino, sus respuestas revelan mucho sobre cómo percibe esos roles de género.
Pawel Tacikowski y su equipo descubrieron que cuando los sujetos de la prueba estaban equipados con sus equipos de VR que cambian de cuerpo, sus respuestas a las preguntas sobre estereotipos de género revelaban un mayor grado de sensibilidad hacia los que no son suyos, así como una nueva consideración de su género como algo no tan rígidamente fijo.
El género es dinámico, robusto y directo
La conclusión a la que llegaron los científicos del Karolinska Institutet es la confirmación de que la identidad de género no está fijada biológicamente:
La fluidez de la identidad de género de la que informamos aquí amplía los conocimientos anteriores al demostrar que el vínculo entre la percepción del propio cuerpo y el sentido del propio género es dinámico, robusto y directo.
Pawel Tacikowski, Jens Fust y H. Henrik Ehrsso también explicaron, esta vez en el párrafo inicial de su artículo, que la identidad de género es lo que sentimos sobre nosotros mismos, y que no tiene nada que ver de forma innata con el cuerpo o los genitales con los que se nace.
Un toque curativo
Simple o no, la tecnología desarrollada por los investigadores es muy prometedora.
Por ejemplo, los terapeutas podrían encontrar en ella una herramienta inestimable para los pacientes que luchan contra el trastorno dismórfico corporal, ya que les ayudaría a identificar y tratar la desconexión del paciente entre su apariencia real y la percibida.
Las personas discapacitadas también podrían aprovechar las ventajas de ver su cuerpo de forma diferente, tal vez como medio para hacer frente a la depresión, las afecciones dolorosas o diversos tratamientos médicos.
En el caso de las personas que padecen depresión, la ilusión de habitar el cuerpo de otra persona podría resultar eficaz para aliviar la sensación de estar atrapado en sí mismo. O tal vez como medio para añadir una sensación de confort físico muy necesaria para ayudar a los pacientes a desarrollar un régimen de amor propio.
También está el concepto obvio de utilizar esta tecnología para ofrecer a las personas que sufren disforia de género un puente entre lo que saben que son y el cuerpo con el que nacieron.
Vivir y amar como cualquiera y como todos
Como sabemos que esta tecnología ayuda a las personas a ampliar su mente en lo que respecta a la fluidez de género, ¿por qué no utilizarla también para ayudar a las personas a superar las percepciones negativas sobre la etnia, el tamaño del cuerpo o la orientación sexual?
Sabemos que la realidad virtual está muy cerca de ofrecernos mundos artificiales con tanta fidelidad como «los de verdad» y, aunque todavía no ha llegado, pronto tendremos tecnología háptica que añadirá una sensación de tacto a la apariencia real de la VR.
Inspirándose en el equipo de Tacikowski, ¿por qué no combinar estas dos tecnologías para que los usuarios de la VR tengan la oportunidad de experimentar realmente la vida de otra persona, o al menos una buena representación de ella?
El sexo también podría ser una experiencia salvaje con esta tecnología. Por ejemplo, si tomamos la háptica, la mezclamos con la realidad virtual, añadimos una pizca de programación sofisticada y obtenemos la posibilidad de galopar por un patio de recreo erótico en el que, sin importar el propio, podemos experimentar cómo sería el sexo para cualquier otro tipo de genitales.
Sería como permitir que una persona equipada con un pene sintiera el placer sexual como lo hace alguien con una vulva, por cortesía de alguna magia de software que haría creativamente los ajustes necesarios.
Aunque, de nuevo, aunque no sea 100% preciso, al menos se acerca bastante.
Podría, y si el espacio lo permite, lanzar ideas como estas hasta que los bovinos vuelvan al establo, pero, lamentablemente, ya casi es hora de decir adiós.
Pero sí, quiero dejaros con lo que posiblemente sea más profundo que todas mis posibilidades imaginarias.
Caminar una milla en la piel del otro
En el centro del equipo de investigación del Karolinska Institutet está la validación de que el concepto de género binario es artificial: Que lo masculino y lo femenino no son más que rasgos arbitrarios impuestos por la sociedad.
Lo demostraron con un experimento en el que los voluntarios experimentaron de primera mano la realidad de la fluidez de género. Y al hacerlo recibieron el precioso regalo de la empatía.
La misma percepción que todos podremos tener en un futuro no muy lejano: Un tiempo en el que la intolerancia sólo exista como algo de nuestro vergonzoso pasado, proporcionado por la humanidad que finalmente se dé cuenta de que somos más que un género u otro.
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